domingo, febrero 26, 2012

Una historia de soberbia, poder y miedo




La marcha de las personas con discapacidad llegó a la ciudad de La Paz; en la Plaza Murillo los esperaban, no precisamente para darles la bienvenida, cientos de policías armados de escudos, gases y bastones eléctricos. Los primeros llegaron algunos cojeando, otros apoyados en sus bastones y muletas, varios rodando en sus sillas de ruedas, no faltaron lo que llegaron arrastrándose; llegaron después de más de cien días de marcha; llegaron pidiendo que también se los incluya en la repartición de bonos estatales; llegaron queriendo entrar en la Plaza Mayor. Pero se toparon con la soberbia del trono, con el poder de las armas, con el miedo irracional ante el diferente.


Cantantes, actores y deportistas extranjeros, incluso tusristas del montón, pudieron antes entrar sin problemas hasta Palacio de Gobierno y tuvieron la suerte de ser recibidos por el mismisimo Jefe de Estado y no se fueron con las manos vacías, se llevaron significativos regalos del gobierno boliviano. Las personas con discapacidad no pudieron ni siquiera vislumbrar la Plaza Central, fueron recibidas a gases, palos, escudazos y choques eléctricos y si algo consiguieron hasta ahora de recuerdo, fueron las heridas policiales en sus cuerpos y la indolencia presidencial en sus corazones.

miércoles, noviembre 09, 2011

Periférica Blvd.: Un recorrido por los alrededores



Subidos a la patrulla de los policías Villalobos y Fernández nos internamos por los márgenes, no sólo de la ciudad, sino también por los de la literatura. Lejos de la Plaza Murillo y de las obras “serias”, exploramos territorios que permanecen bajo la oscuridad del desconocimiento. Fuera de los centros tradicionales del poder, libre de órdenes y prohibiciones, comenzamos a apuntar algunas ideas que van a marcar nuestro recorrido. La ruptura con lo oficial se hace evidente, el centro queda profanado por una marginalidad que empieza a festejar su ser trasladando los espacios de toma de decisión a la periferia.

Bajo esta mirada, sin saco ni corbata, nos sumergimos por el mundo nocturno y marginal de Periférica Blvd. Acostumbrando nuestros oídos a la alternancia de la modulación del radio de la patrulla, la voz del D.J. de la emisora y las composiciones del cabo Juan Rosas vamos recorriendo la novela de Adolfo Cárdenas, una de la más vendidas en la Ferias del libro y una de las diez novelas fundamentales de nuestra literatura. Con músicos y alcohólicos, drogadictos y negros, policías y graffitis, Cárdenas se fue constituyendo en una de las figuras centrales de la academia universitaria,

La novela
Periférica Blvd. es la primera novela del narrador Adolfo Cárdenas (La Paz, 1950), publicada por Gente Común el año 2004 y reeditada el 2006 y el 2009. Este autor ya tiene publicados varios libros de cuentos: Fastos Marginales, Chojcho con audio de rock p´ssahdo, El octavo sello y Doce monedas para el barquero, por mencionar los más importantes. Los orígenes de la novela que ahora recorremos, se remontan al cuento del mismo autor: “Chojcho con audio de rock p´ssahdo”. Este cuento, según Cárdenas, todavía tenía mucho material para desarrollar, entonces surge la idea de hacer la novela para explotar su potencialidad aún más.

Ambientada entre la ciudad de El Alto y las periferias de La Paz, esta obra se convierte en la novela paceña de los últimos años. Recorridos por calles y personajes nos introducen en el mundo nocturno paceño. Fiestas clandestinas, conciertos con muerto incluido, guerra pandillera de graffitis y submundos narcotizados son parte de esta aventura nocturna.

El lenguaje
Lo primero que sorprende al lector de la novela es el trabajo artesanal del lenguaje que se maneja en ella; se puede apreciar la labor de entretejido de diferentes registros: el oral, el escrito y el gráfico. Cárdenas recupera los giros lingüísticos de varios grupos sociales, ficcionaliza, a partir de su narración, la oralidad paceña, rescatando así personajes con lenguajes propios. Por ejemplo, tenemos el relato y la teoría socio estética del arte del cabo Juan Rosas, músico, chofer de policía, inmigrante del altiplano paceño; las intervenciones del locutor de radio; el spanglish del teniente Villalobos, por mencionar algunas posibilidades. En medio de estos discursos, la narración de la novela se ve constantemente interrumpida por otros registros: graffitis, pentagramas musicales, dibujos y efectos del cómic, entre otros.

Pero más allá de toda labor escritural, el lenguaje de la novela de Cárdenas va a ser más que la transcripción de códigos orales o gráficos; el lenguaje se va a convertir en el elemento agresivo y transgresor de la literatura. Agresivo porque ataca las reglas del buen hablar y del buen escribir; transgresor porque rompe con ellas, “cono si hablar mal no estuviera bien”, en palabras de Severo Fernández. Los graffitis, el cómic, la morenada son espacios marginales con relación a las artes; y son estos espacios los que van a irrumpir violentamente en el relato “alterando” el normal desarrollo del mismo, es decir la lectura entendida linealmente se va a ver quebrada por diferentes tipos de códigos gráficos, musicales, de coba, etc. Periférica Blvd. no es tanto una novela para ser leída, sino, más bien, para ser escuchada y vista.



Sus personajes
La agresión de los márgenes, la irrupción de lo arrinconado, también se va a ficcionalizar en la novela a partir de sus personajes. Éstos saltan en la historia como drogadictos, alcohólicos, prostitutas, travestis, graffiteros, toda una galería marginal de la ciudad. Son los personajes que pueblan la noche de la ciudad, los que salen y se apoderan de las calles, las plazas y los boliches. Junto al oficial y su chofer recorremos estos lugares y conocemos a sus habitantes. Los ámbitos ya no giran en el centro paceño, ahora nos trasladamos a la Av. Periférica o al Polifuncional de La Ceja de El Alto, y desde ahí se comienza la invasión de la ciudad dormida. Con una presentación de personajes al mejor estilo del elenco de una ópera (Rock-ocó); los nombres que aparecen en la novela van construyendo al gran personaje que es la ciudad. La mayoría de los habitantes de la narración llevan nombres de calles de La Paz. La ciudad se personaliza, cobra vida, en los personajes, la gran urbe se desdobla y se habita, se recorre y experimenta, se explora y se busca en sí misma.

La irreverencia
La ciudad, sede de gobierno, se desolemniza en la noche, sus fiestas y sus habitantes. Adolfo Cárdenas convierte su novela en una irreverencia, un texto que va a desacralizar espacios y discursos consagrados en la literatura boliviana. Mediante el lenguaje, la ironía y el sarcasmo, como elementos desde los que se está agrediendo lo consagrado, la desolemnización se convierte en un factor central de la novela; desde el nombre de los personajes que están recordándonos a otros más históricos: Severo Fernández A. presenta un parecido con un ex presidente, Juan Rosas nos recuerda una novela fundacional, Charlie Saavedra tiene un dejo de cantante pop pasado de moda, etc.

También se transgreden discursos entronados, el indigenismo, para citar alguno. En Periférica Blvd. se da un tratamiento distinto al problema con el que había venido cargando la literatura por muchos años. El indio aparece y lo hace como figura central; tenemos al cabo Juan Rosas, inmigrante del campo, llegado a la ciudad para estudiar música, desde su discurso podemos ser testigos auditivos de su visión sobre la música a partir de un estudio de la sociedad, su reflexión sobre el gusto de las masas y la necesidad de satisfacer sus demandas estéticas; otro de los discursos es el de Severo, descendiente de aymaras, pero no campesino, confusión que tiene gran parte de la gente. Este chofer, con su discurso, rompe algunos prejuicios presentes en la sociedad. Pero no sólo el indígena es abusado y discriminado; en un contexto distinto también lo es el teniente “sudaca” indocumentado en territorio norteamericano, en carne propia se va a hacer compañero de discriminación.

Más allá de ser partícipes del sufrimiento, de la opresión y del abuso que sufren estos personajes, también somos testigos del enfrentamiento agresivo, de la lucha y la medición de fuerzas, de discursos propios, y todo esto desde un lenguaje paródico de la situación.

La novela se convierte en el espacio en el que confluyen todos estos discursos, junto a muchos otros, y se ponen a la par; se entabla un diálogo desde la ficción. Ya no hay denuncia ni queja, ya no existe una voz que habla por todos, siempre desde su punto de vista. En Periférica Blvd., desde la patrulla policial, vemos como los personajes se encuentran y se enfrentan, hablan desde su propia voz, dialogan, se insultan, pelean, mandan y obedecen, farrean, escriben, componen y cantan. Festejan.

jueves, octubre 20, 2011

Escucho sus pasos, escucho sus tambores



Escucho sus pasos, escucho sus tambores. No viene nadie.

Hace tiempo salimos y abandonamos el hogar; ellos se quedaron a cuidarlo y vigilarlo, hoy vienen a decirnos que alguien lo amenaza. Alguna vez ya vinieron, paseando en nuestra memoria, para recordarnos que con cada hoja arrancada se apaga la esperanza de nuestras almas. Hablaron, sus voces eran tan finas y sus palabras tan sabias que muy pronto otros se las apropiaron; les prometieron cuidarlas, ¡traidores!, las pasearon por el mundo, las gritaron en micrófonos, las cambiaron por premios, las empeñaron para títulos. ¡Mentirosos! Ahora les han dicho que su casa no vale nada, que tener un camino en medio está de moda, que con los espejos rotos se dieran por bien pagados. No. Buscaron sus palabras; enojados alistaron a su madre la tierra y a su padre el aire, a su hermana la lluvia y a su hijo el agua. Pocos los consideraron, nadie los escuchó. Antes de verse escondidos debajo del asfalto, decidieron salir de sus casas, cargar a sus niños, unirse a sus vecinos y poner pie en tierra para iniciar la marcha. ¡Vamos una vez más a La Plaza! En medio del camino el agua se acaba, los grifos se cierran, los de botas la resguardan. El hasta ayer hermano se tapa las orejas con corchos reciclados y manda a sus lacayos envueltos en papel de regalo. Hace tiempo salimos y abandonamos el hogar; ellos se quedaron a cuidarlo y vigilarlo, hoy vienen a decirnos que alguien lo amenaza.

Escucho sus pasos, escucho sus tambores. No los escuches.

Humildes avanzan, su causa es justa. En medio del viaje, algunos se oponen. El camino se alarga; el camino se cierra; el camino se tranca. Otros quieren su patria. No gritan, no pelean; sólo cuidan su casa. Desprevenidos, con los arroces sin digerir, se enteran de que han sido cercados por los hombres disfrazados de verde; con sus botas los pisan impidiéndoles que corran. Con sus botas los pisan para que ya no avancen. Con sus botas los pisan mientras sus niños escapan asustados. Con sus cintas apagan sus gritos. Con sus cintas intentan callarlos. Con sus cintas los amarran. Con sus cintas los envuelven. Los hacen pelota y a patadas los lanzan. Golpeados, lastimados, heridos, pisoteados, amarrados, pateados, insultados y masacrados; perdidos, desorientados y humillados. A escondidas se encuentran y reinician su marcha. Humildes avanzan, su causa es justa.

Escucho sus pasos, escucho sus tambores. No te asustes.

El camino se anda, miles de pies lo acompañan. Los muertos juegan pesca pesca en La Calancha, olvidados en el bosque, en la mina de Uncia y en la plaza de Caranavi. Reinician la marcha, coraje les cantan. Las niñas dibujan a sus verdugos sin alas. Las madres protegen en sus barrigas a sus wawas. Los dientes perdidos, en anillos de olivo se engarzan. Les dicen qué pena; de perdón no hay nada. Nosotros no fuimos; de perdón no hay nada. Les llevan goteros de agua; de perdón no hay nada. Otras les lavan los pies; de perdón no hay nada. Les llevan regalos, vidrios y cuentas; de perdón no hay nada. La gente se les une, las ciudades baten palmas. Las lenguas se sueltan, las orejas se tapan. La distancia se acorta, el asfalto se ablanda; La Plaza espera mientras los otros cantan. El camino se anda, miles de pies lo acompañan.

Me uno a sus pasos, me uno a sus tambores. No me dejes hablando solo. Solo.

domingo, junio 20, 2010

Galeano y otros ‘progres’ del montón




El autor es Wálter I. Vargas


El famoso Oliver Stone estuvo por estos lares presentando su última película, y cosechó no pocos aplausos y alguna que otra pulla. Luego se fue como las nubes cuando las bate el viento. Stone es el típico progre norteamericano, tan o más ignorante de la realidad latinoamericana que los periodistas que muestra en su film. Enojó a los paraguayos, por ejemplo, sorprendiéndose de que tengan una casa de gobierno tan grande, siendo tan pobres.
Alguien ha atribuido su conversión hacia los "gobiernos progresistas" como una estrategia para recuperar pérdidas sufridas por su última producción cinematográfica. Si es así, ha acertado. El socialismo del s. XXI es una marca que da réditos, un nicho de mercado no poco apetecido por multitud de intelectuales ex comunistas, curas socialistas, ex guerrilleros, terroristas reeducados, liberales norteamericanos, etc., etc.
Otro de estos últimos es el célebre Noam Chomsky. Como ha señalado Peter Schweiser, Chomsky es una verdadera firma transnacional especializada en la venta de información anticapitalista. Basta que su nombre aparezca en la tapa de un libro para que millones de lectores acudan a sus páginas para recibir el correspondiente esclarecimiento respecto de alguna última canallada del imperialismo. Tiene hasta un "entrevistador", un tal David Barsamian, que se encarga, no de preguntar, menos de cuestionar algo que diga el maestro, sino de plantear temas y a continuación asentir todo lo que dice el sabelotodo.
Y con este burdo método salen uno y otro libro de la industria Chomsky. Otro rubro al que se dedica esta fábrica son las conferencias, que pronuncia por decenas cada año y por cada una de las cuales Chomsky cobra la friolera de 12.000 dólares.
Schweiser ha contado también que Noam había puesto en fideicomiso perpetuo sus derechos de propiedad intelectual, con lo cual ha recordado una de las principales características de estos ideólogos socialistas: que exigen la expropiación de los bienes de otros, pero son celosos custodios de sus propios patrimonios.
Eso en cuanto a los progres del Norte, porque los del Sur tampoco se quedan atrás. Pongamos el caso de Eduardo Galeano. Como su compatriota Mario Benedetti (que en toda su santa simplicidad llegó a decir que la revolución cubana era una empresa poética) viene dando década tras década rienda suelta a su sentimentalismo y a su humor q'aima en libros pretendidamente ingeniosos. Galeano perora interminablemente contra las transnacionales, pero no se hace problema para aportar su granito de arena a Amazon.com, la gran empresa on line de productos culturales.
Es que actualmente la mejor manera de vender más y a buen precio es por la red, y quien no lo hace está fuera del mercado (en el mundo desa- rrollado, por supuesto, porque, ¿a quién le importa el mercado de los pobres, que no pueden comprar por internet?). Es así que Las venas abiertas de América Latina, ese manual hecho de medias verdades, exageraciones y sutiles omisiones para convencer al lector que la historia de Latinoamérica es un verdadero martirio por culpa de EEUU, ese librito se vende en Amazon a $us 36.
“Las venas…” es un libro no sólo cuestionable sino viejo. Pero el genial marketinero Hugo Chávez consiguió que pasara del puesto cinco mil y tantos al puesto número dos en la lista de Amazon, al entregarlo a Obama en una reunión de presidentes hace un tiempo. Proezas que permite el malvado mundo capitalista.
A todos nuestros progres les gusta mostrarse socialistas y solidarios desde distintos puntos del planeta en la sala VIP de un aeropuerto, a la espera de la próxima conferencia antiimperialista. Difícilmente el gran público podrá evidenciar detrás de sus sonrisas lo que verdaderamente son: extraordinarios actores de una ideología en ruinas cómodamente instalados en el mundo capitalista, al que dicen odiar pero en el que se desenvuelven como el más pícaro de los corredores de bolsa.
Sin embargo, de vez en vez algunos sorprenden con una sinceridad brutal que desconcierta. A García Marquez le preguntaron una vez por qué no se iba a vivir a Cuba, ya que tanto insistía en sus virtudes como sociedad alternativa al infierno capitalista, y respondió que lo haría si no fuera que no puede vivir sin la suficiente información. La bonhomía del novelista colombiano, ¿servirá un poquito para que la gente deje de engañarse tan fácilmente?

lunes, mayo 31, 2010

La batalla de los Trillizos




Al romper la mañana del 25 de mayo de 2010, en las alturas de San Jorge, se libró la batalla de los Trillizos. Un acontecimiento histórico, puesto que se trata de la única acción bélica exitosa del Ejército boliviano desde la defensa de Villamontes. La acción, planificada y ejecutada por la Escuela de Inteligencia del Ejército y la jefatura de Infraestructura del Ministerio de Defensa, consistió en evitar que los obreros encargados de concluir las obras de los puentes Trillizos vacíen una carga de concreto. Los periódicos que destacaron corresponsales a la zona de operaciones dan cuenta de que el momento más crítico de la batalla fue el denominado “forcejeo”. En efecto, cuando el enemigo se disponía a vaciar la carga, una rápida acción envolvente del Ejército boliviano frustró su propósito desviando la manguera por donde debía salir el cemento. Ése fue el momento del histórico “forcejeo”. Obreros comandados por una autoridad municipal por un lado y militares bolivianos por el otro “forcejearon” la manguera. La victoria fue para los segundos, aunque la acción dejó secuelas. El jefe de infraestructura del Ministerio de Defensa señaló que después del “forcejeo” la solución al conflicto bélico estaba más lejana, porque, según sus palabras, “se violentó a un soldado y no podemos permitir violencia”. Curioso razonamiento pacifista para el conductor de una batalla. La Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa, por su parte, anunció que adoptará acciones contra la autoridad municipal responsable del “forcejeo”. Sobre este asunto, tiene la palabra del Defensor del Pueblo.
La victoriosa batalla de los Trillizos abre nuevos horizontes para el Ejército boliviano. Además de resguardar las fronteras, pagar el bono Juancito Pinto y desfilar al son de “¡Patria o muerte!”, ahora también podrán evitar la conclusión y entrega de obras de los gobiernos municipales que, por pura casualidad, no responden al partido de gobierno.
Mientras tanto, en otro frente de batalla, hay importantísimas novedades en la guerra que libra Bolivia por la propiedad exclusiva de la morenada. Los resultados de un sondeo de opinión realizado vía internet por La Razón dan cuenta de que un abrumador 64% de los 85.378 consultados considera que los grupos musicales bolivianos que componen por encargo de fraternidades peruanas (como Llajtaymanta o el Grupo Femenino Bolivia) son “traidores a la patria”. Este nuevo episodio bélico comenzó cuando se descubrió un video que ponía en evidencia la “traición”: morenos peruanos bailando una piecita compuesta por músicos bolivianos. ¡Horror! Como respuesta a la agresión, el Ministerio de Culturas boliviano propuso “arraigar” la música para evitar que los enemigos se apropien de ella. Como la medida parecía insuficiente, también se habló de arraigar a los músicos. (Más fácil sería, quizás, arraigar sus trompetas o, en último caso, sus cachetes.) Ante esto, el Perú habría ofrecido “asilo artístico” a las víctimas de la medida. El resultado de esta guerra es incierto; lo único claro es que a este paso vamos a acabar arraigando nuestras mentes en el más vulgar chauvinismo.


Rubén Vargas es poeta y periodista

domingo, marzo 22, 2009

Cultura del linchamiento

Por: Guillermo Mariaca Iturri *

Para todos los Victor Hugo Cárdenas

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, /guardé silencio, /porque yo no era comunista. /Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,/guardé silencio, /porque yo no era socialdemócrata. /Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, /no protesté, /porque yo no era sindicalista. /Cuando vinieron a buscar a los judíos, /no protesté, /porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme, /no había nadie más que pudiera protestar. Cuando los nazis vinieron… reflexiona sobre las consecuencias de no resistir a las tiranías en sus primeros momentos. Martin Niemöller, su autor y pastor evangelista, menciona que originalmente no era un poema, sino un sermón en la Semana Santa de 1946 en un pueblo alemán. La potencia de ese poema, claro está, radica tanto en las consecuencias de la cobardía como en la ceguera ante la germinación de una cultura autoritaria. Es la combinación de cobardía y ceguera, esa complicidad involuntaria de la impotencia, que hace posible el asentamiento de la tiranía.

Por otra parte, en todo el mundo se asume que el Estado debe tener el monopolio en el uso de la fuerza porque se supone que la fuerza debe usarse exclusivamente para la protección del bien común, del conjunto de derechos y libertades. Cuando un gobierno usa discrecionalmente la fuerza está quebrando el Estado de derecho. Y si esa discrecionalidad está orientada por razones ideológicas, el abuso de poder se convierte en autoritarismo.

En nuestro país hay un tercer componente que añade complejidad a esa relación de resistencia o complicidad de la sociedad ante la emergencia de la tiranía. Puede llamarse la cultura del linchamiento. Una negación del derecho a la existencia, no sólo a la defensa, a decenas de personas, a centenas de minas, hectáreas de tierras y haciendas y, sobre todo, a opiniones políticas divergentes. Porque el linchamiento, en el caso nuestro, está cada vez más ligado a la construcción de un proyecto de poder de ciertos movimientos sociales aliados del Gobierno y militantes del MAS, no a la realización de la justicia desde el pueblo ante la ausencia de Estado. Al mismo tiempo, el sujeto del linchamiento deja de ser un anónimo grupo humano desesperado ante el avasallamiento criminal, para ser un actor político con identidad ideológica que ostenta su proyecto de poder y somete a quien intenta resistir la emergencia de esa tiranía. El linchamiento en Bolivia es cada vez más un ostentoso acto político de los poderosos y cada vez menos un desesperado acto de defensa propia de los inválidos.

La combinación del abuso de poder del Estado con el linchamiento político desde algunos movimientos sociales es lo que hace posible la tiranía. Cuando mucho de Estado y algo de sociedad convergen en el abuso de poder contra los derechos humanos y las libertades políticas nos convertimos en testigos del huevo de la serpiente. Y la tiranía se hace parte de nuestra vida diaria.

Decir que vivimos apenas la semilla de la tiranía pareciera implicar que tenemos tiempo para mirarnos y hacer el gesto de darnos la mano. Algo de cierto hay en esa sensación. Al mismo tiempo, sin embargo, la semilla puede ser un iceberg. Y lo que vemos es apenas el borde un agujero negro hecho para canibalizar lo mejor de nuestra conciencia nacional. Darnos la mano, por tanto, ya no sería suficiente. Mejor, entonces, hermanarnos. Más nos vale resistir por exceso que por omisión. Total, el exceso puede convertirse en el placer de la libertad. La omisión, en cambio, podría ser la última línea del poema: Cuando vinieron a buscarme, /no había nadie más que pudiera protestar.

* Especialista en Educación

Este texto ha sido tomado de http://www.laprensa.com.bo/noticias/15-03-09/15_03_09_opin6.php

También se puede visitar (recomendable) la página de Guillermo Mariaca: http://losoficios.wordpress.com/