martes, noviembre 11, 2008

A ellos les debo mi desconfianza



No quiero quedar indiferente ante las diversas categorías que se han ido creando para clasificar al género humano; yo también quiero contribuir con mi grano de arena. Entre tantos tipos de personas, existen unas que le hacen mucho daño a la sociedad; no porque maten o dañen físicamente a sus semejantes, sino porque nos hacen perder la confianza en los demás, en sus actos y en sus palabras. Encuentro tres tipos principales de esta clase de gente:


Los prestatarios:
A todos nos ha pasado que alguna vez en la vida nos han pedido prestado algo, desde un libro hasta algo de efectivo. Por lo general, la mayoría de estas solicitudes se reducen a pequeñas cosas o ínfimas cantidades de dinero; pero son éstas ridiculeces las que casi nunca retornan a las manos de sus propietarios. Unas monedas para el pasaje porque no se tienen sueltos a la mano, un libro que promete ser devuelto en un par de semanas, un disco de música para hacer una copia, una película para verla el domingo con la familia, etcétera, etcétera; la cantidad de objetos perdidos en préstamos puede alargarse hasta el infinito. De estos prestatarios, algunos realmente olvidan devolver lo prestado; pero otros han hecho de estos pequeños pedidos una manera de hacerse cosas fácil y disimuladamente. Aunque no es la solución, cada vez presto menos y guardo mejor lo poco que tengo.

Los del cuento del tío:
Las horas pico son fatales para el tráfico; uno las sufre en carne propia cuando tiene que movilizarse por la ciudad, mientras otros las aprovechan para engañar. Dentro de un bus o micro alguien deja caer un montón de lápices y demás chucherías a la espera de una persona de buena voluntad. No pasa mucho tiempo sin que algún pasajero se comida a ayudar a la pobre persona en apuros. Entre ambos levantan todas las pertenencias, se miran, sonríen, se agradece y ya. Casi de inmediato, el individuo que ha hecho caer sus cosas baja de la movilidad; mientras que su colaborador comienza a buscarse la billetera en todos sus bolsillos. En el trajín de ayudar a recoger los objetos caídos le han robado. Ésta una de las tantas historias utilizadas para robar. Por eso, cada vez me detengo menos cuando voy por la calle y alguien me intenta hablar.

Los demagogos:
Siempre han existido, pero de un tiempo a esta parte los siento más cercanos. Se aferran a discursos incuestionables; pero siempre tienen intenciones escondidas. Mediante sus frases cliché y sus ideologías encorsetadas quieren manipular conciencias y ordeñar corazones. Viven de mentiras que intentan creérselas día a día. Imponen sus modelos a los demás porque se creen dueños de la verdad. Lo peor de todo es que se valen de otros, sobre todo de los menos favorecidos, para buscarse ellos mismos. Los demagogos se intentan erigir como modelos, jueces y dioses de un mundo construido por ellos a su medida. En lo último que piensan es en los demás, aunque sólo de ellos saben hablar. Así es que cada vez más, cuando escucho hablar a alguien en nombre de los pobres y oprimidos de la tierra, aguzo los sentidos y acelero el paso.

Frente a estas reacciones mías, he llegado a una conclusión: No es que me esté volviendo egoísta, indiferente o derechoso; sucede simplemente que me estoy cansando de que me vean la cara de ingenuo y me tomen el pelo.

lunes, noviembre 03, 2008

¿Soy originario?

Este texto pertenece a un amigo ya ido. Por el cariño que le tengo y por lo actual de su reflexión lo pongo aquí:


¿Soy originario?
Por: Javier Baptista
De España llegaron el sauce y el pino,
zanahoria y cebolla, lechuga, ¡y el trigo!,
nardo perfumado, coloridas rosas,
jazmin fragancioso y alegres claveles.

Con alegres cantos fueron recibidos
por molles y jarcas, chilijchis y tarcos.
Hicieron gran fiesta locotos y papas.
El maíz aplaudió con sus grandes hojas.

De España llegaron austeros olivos,
manzanas y peras y sonoras nueces.
Llegaron naranjas, limas y limones,
variados duraznos y uvas deliciosas.

Fueron recibidos por las chirimoyas.
Vestida de fiesta bailó la kantuta.
Dando grandes saltos llegaron las paltas,
tumbos y pacaes, yucas y guayabas.

De España llegaron el burro y la vaca,
hermosos caballos y blancas ovejas.
Los gatos, los perros, bien originarios,
tenían parientes llegados de España.

También los conejos tenían parientes.
Se hicieron amigas la llama y la oveja.
Cantaron a coro tiluchi y canario,
y todos sabían que Dios los amaba.

De España llegaron hombres y mujeres,
huyendo del hambre, buscando trabajo,
Con originarios se dieron de palos,
pateando y gritando: "¡Ellos son los malos!

Los hombres peleaban. Nunca razonaban.
Buscaban razones para masacrarse.
No tenían tiempo para hacer preguntas
en sus corazones al Señor del cielo.

Sólo se acusaban y no perdonaban.
El que más gritaba: "¡Soy originario!,
nunca les hablaba ni en quechua ni aymara,
porque sólo hablaba la lengua opresora.

"¡Yo soy originario!", gritó un español,
"porque hablo quechua y también aymara.
Tengo ch'ulo y ch'uspa. Soy más boliviano
que cualquier mestizo que habla castellano".

Plantas y animales a Dios preguntaron:
"¿Yo soy extranjero? ¿Soy originario?"
Es pregunta absurda. Todos son hermanos.
Los aquí nacidos son originarios.


La página de origen es: http://javierbaptista.blogspot.com/2007/09/poesas.html