(Texto tomado de http://www.la-razon.com/version.php?ArticleId=3767&a=1&EditionId=111)
El autor es Wálter I. Vargas
El famoso Oliver Stone estuvo por estos lares presentando su última película, y cosechó no pocos aplausos y alguna que otra pulla. Luego se fue como las nubes cuando las bate el viento. Stone es el típico progre norteamericano, tan o más ignorante de la realidad latinoamericana que los periodistas que muestra en su film. Enojó a los paraguayos, por ejemplo, sorprendiéndose de que tengan una casa de gobierno tan grande, siendo tan pobres.
Alguien ha atribuido su conversión hacia los "gobiernos progresistas" como una estrategia para recuperar pérdidas sufridas por su última producción cinematográfica. Si es así, ha acertado. El socialismo del s. XXI es una marca que da réditos, un nicho de mercado no poco apetecido por multitud de intelectuales ex comunistas, curas socialistas, ex guerrilleros, terroristas reeducados, liberales norteamericanos, etc., etc.
Otro de estos últimos es el célebre Noam Chomsky. Como ha señalado Peter Schweiser, Chomsky es una verdadera firma transnacional especializada en la venta de información anticapitalista. Basta que su nombre aparezca en la tapa de un libro para que millones de lectores acudan a sus páginas para recibir el correspondiente esclarecimiento respecto de alguna última canallada del imperialismo. Tiene hasta un "entrevistador", un tal David Barsamian, que se encarga, no de preguntar, menos de cuestionar algo que diga el maestro, sino de plantear temas y a continuación asentir todo lo que dice el sabelotodo.
Y con este burdo método salen uno y otro libro de la industria Chomsky. Otro rubro al que se dedica esta fábrica son las conferencias, que pronuncia por decenas cada año y por cada una de las cuales Chomsky cobra la friolera de 12.000 dólares.
Schweiser ha contado también que Noam había puesto en fideicomiso perpetuo sus derechos de propiedad intelectual, con lo cual ha recordado una de las principales características de estos ideólogos socialistas: que exigen la expropiación de los bienes de otros, pero son celosos custodios de sus propios patrimonios.
Eso en cuanto a los progres del Norte, porque los del Sur tampoco se quedan atrás. Pongamos el caso de Eduardo Galeano. Como su compatriota Mario Benedetti (que en toda su santa simplicidad llegó a decir que la revolución cubana era una empresa poética) viene dando década tras década rienda suelta a su sentimentalismo y a su humor q'aima en libros pretendidamente ingeniosos. Galeano perora interminablemente contra las transnacionales, pero no se hace problema para aportar su granito de arena a Amazon.com, la gran empresa on line de productos culturales.
Es que actualmente la mejor manera de vender más y a buen precio es por la red, y quien no lo hace está fuera del mercado (en el mundo desa- rrollado, por supuesto, porque, ¿a quién le importa el mercado de los pobres, que no pueden comprar por internet?). Es así que Las venas abiertas de América Latina, ese manual hecho de medias verdades, exageraciones y sutiles omisiones para convencer al lector que la historia de Latinoamérica es un verdadero martirio por culpa de EEUU, ese librito se vende en Amazon a $us 36.
“Las venas…” es un libro no sólo cuestionable sino viejo. Pero el genial marketinero Hugo Chávez consiguió que pasara del puesto cinco mil y tantos al puesto número dos en la lista de Amazon, al entregarlo a Obama en una reunión de presidentes hace un tiempo. Proezas que permite el malvado mundo capitalista.
A todos nuestros progres les gusta mostrarse socialistas y solidarios desde distintos puntos del planeta en la sala VIP de un aeropuerto, a la espera de la próxima conferencia antiimperialista. Difícilmente el gran público podrá evidenciar detrás de sus sonrisas lo que verdaderamente son: extraordinarios actores de una ideología en ruinas cómodamente instalados en el mundo capitalista, al que dicen odiar pero en el que se desenvuelven como el más pícaro de los corredores de bolsa.
Sin embargo, de vez en vez algunos sorprenden con una sinceridad brutal que desconcierta. A García Marquez le preguntaron una vez por qué no se iba a vivir a Cuba, ya que tanto insistía en sus virtudes como sociedad alternativa al infierno capitalista, y respondió que lo haría si no fuera que no puede vivir sin la suficiente información. La bonhomía del novelista colombiano, ¿servirá un poquito para que la gente deje de engañarse tan fácilmente?
Alguien ha atribuido su conversión hacia los "gobiernos progresistas" como una estrategia para recuperar pérdidas sufridas por su última producción cinematográfica. Si es así, ha acertado. El socialismo del s. XXI es una marca que da réditos, un nicho de mercado no poco apetecido por multitud de intelectuales ex comunistas, curas socialistas, ex guerrilleros, terroristas reeducados, liberales norteamericanos, etc., etc.
Otro de estos últimos es el célebre Noam Chomsky. Como ha señalado Peter Schweiser, Chomsky es una verdadera firma transnacional especializada en la venta de información anticapitalista. Basta que su nombre aparezca en la tapa de un libro para que millones de lectores acudan a sus páginas para recibir el correspondiente esclarecimiento respecto de alguna última canallada del imperialismo. Tiene hasta un "entrevistador", un tal David Barsamian, que se encarga, no de preguntar, menos de cuestionar algo que diga el maestro, sino de plantear temas y a continuación asentir todo lo que dice el sabelotodo.
Y con este burdo método salen uno y otro libro de la industria Chomsky. Otro rubro al que se dedica esta fábrica son las conferencias, que pronuncia por decenas cada año y por cada una de las cuales Chomsky cobra la friolera de 12.000 dólares.
Schweiser ha contado también que Noam había puesto en fideicomiso perpetuo sus derechos de propiedad intelectual, con lo cual ha recordado una de las principales características de estos ideólogos socialistas: que exigen la expropiación de los bienes de otros, pero son celosos custodios de sus propios patrimonios.
Eso en cuanto a los progres del Norte, porque los del Sur tampoco se quedan atrás. Pongamos el caso de Eduardo Galeano. Como su compatriota Mario Benedetti (que en toda su santa simplicidad llegó a decir que la revolución cubana era una empresa poética) viene dando década tras década rienda suelta a su sentimentalismo y a su humor q'aima en libros pretendidamente ingeniosos. Galeano perora interminablemente contra las transnacionales, pero no se hace problema para aportar su granito de arena a Amazon.com, la gran empresa on line de productos culturales.
Es que actualmente la mejor manera de vender más y a buen precio es por la red, y quien no lo hace está fuera del mercado (en el mundo desa- rrollado, por supuesto, porque, ¿a quién le importa el mercado de los pobres, que no pueden comprar por internet?). Es así que Las venas abiertas de América Latina, ese manual hecho de medias verdades, exageraciones y sutiles omisiones para convencer al lector que la historia de Latinoamérica es un verdadero martirio por culpa de EEUU, ese librito se vende en Amazon a $us 36.
“Las venas…” es un libro no sólo cuestionable sino viejo. Pero el genial marketinero Hugo Chávez consiguió que pasara del puesto cinco mil y tantos al puesto número dos en la lista de Amazon, al entregarlo a Obama en una reunión de presidentes hace un tiempo. Proezas que permite el malvado mundo capitalista.
A todos nuestros progres les gusta mostrarse socialistas y solidarios desde distintos puntos del planeta en la sala VIP de un aeropuerto, a la espera de la próxima conferencia antiimperialista. Difícilmente el gran público podrá evidenciar detrás de sus sonrisas lo que verdaderamente son: extraordinarios actores de una ideología en ruinas cómodamente instalados en el mundo capitalista, al que dicen odiar pero en el que se desenvuelven como el más pícaro de los corredores de bolsa.
Sin embargo, de vez en vez algunos sorprenden con una sinceridad brutal que desconcierta. A García Marquez le preguntaron una vez por qué no se iba a vivir a Cuba, ya que tanto insistía en sus virtudes como sociedad alternativa al infierno capitalista, y respondió que lo haría si no fuera que no puede vivir sin la suficiente información. La bonhomía del novelista colombiano, ¿servirá un poquito para que la gente deje de engañarse tan fácilmente?
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