miércoles, octubre 17, 2007

Luis Espinal, compromiso democrático

Democracia, y ya son 25 años. Con aciertos y con errores, con festejos y también con lágrimas. Lo importante es que siempre luchando por defender la libertad. Democracia joven, democracia maltratada, democracia querida, los bolivianos la escogimos para vivir. Octubre es el mes del aniversario, el mes de la memoria de hechos y personajes sin los cuales ahora no estaríamos de fiesta. La lista de protagonistas es amplia, encabezada por un pueblo con vocación de libertad, en ella encontramos políticos dignos de ese nombre, verdaderos líderes sindicales, mujeres valientes, jóvenes soñadores y también religiosas y religiosos comprometidos con el pueblo. Entre ellos, un nombre que me es muy querido: Luis Espinal Camps. Jesuita, comunicador, sacerdote, cineasta, profeta, demócrata y mártir. Luis Espinal, hombre de Dios, hombre del pueblo y hombre de altar.

HOMBRE DE DIOS. Luis Espinal lo fue. No por el hecho de ser sacerdote, sino por asumir con seriedad y valentía su compromiso cristiano. Sólo así se comprende que haya llegado al extremo de dar la vida por ese Reino prometido al pueblo, el lugar donde nadie sea explotado para que otros vivan mejor, donde los pobres, los sufridos y los desgraciados son los más importantes. Sólo de Dios pudo sacar la fuerza para luchar contra el antirreino de injusticia, de corrupción, de violencia y de muerte que le tocó enfrentar. Lucho dio su vida por fidelidad al Evangelio, a la Buena Noticia que nos trajo Dios haciéndose uno más entre los hombres. Espinal, con su muerte, devolvió la credibilidad al mensaje de Cristo, a su causa y a su lucha.

HOMBRE DEL PUEBLO. Lucho entregó su vida por el pueblo, su amor era así de grande. Su compromiso de fe se hizo compromiso de justicia porque entendió que no podía existir divorcio entre ambos. Fue asesinado por fidelidad a ese pueblo; por ser la voz de los que no la tenían porque estaban silenciados a punta de fusil y bota militar. Con su muerte, Espinal terminó de ponerse de su parte; le dio esperanzas sobre la cercanía del Reino, sobre la opción divina por ellos. Apasionado por la vida, supo gastarla hasta que los dueños del poder se la quitaron.

HOMBRE DE ALTAR. No basta con tener los pósteres ni el libro de las Oraciones a quemarropa. No basta con ir a la romería, a la misa aniversario ni a los conciertos homenaje. No basta con hacer de su pensamiento un lema repetido de memoria. Su asesinato exige frutos. Exige que asumamos las causas del pueblo que de tan humanas son divinas. Exige que estemos dispuestos a seguir la misma suerte de Jesús, de Espinal y de tantos otros mártires. Que el Lucho subido por muchos a los altares no se quede inmóvil e inofensivo. Que esté ahí para interpelar nuestras vidas, muchas veces estériles y sin compromiso. Que sea un recuerdo de defensa de libertad para los bolivianos y de responsabilidad con la gente para los gobernantes. Que el mensaje de Espinal no pierda la fuerza y la provocación, que no se vuelva discurso oficial, que siga punzando, que siga siendo molesto para los acomodados y alejados del pueblo.

Lucho, sigue gritando para que convirtamos nuestros corazones de piedra. Que tu valentía nos dé el coraje para decir con Pedro Casaldáliga: “Seguiremos cantando la liberación… aunque nos cueste la vida”.

lunes, octubre 08, 2007

Hacen ya cuarenta años

Hace cuarenta años, en la quebrada del Yuro, Santa Cruz, fue derrotado en combate el guerrillero Ernesto “Che” Guevara, al día siguiente de su captura fue ejecutado. El ahora mítico “Che” vino a Bolivia queriendo iniciar un proceso de violencia armada para expandir la revolución cubana a todo el continente latinoamericano. Tras el paso violento por algunos cargos en el nuevo gobierno de Cuba, Guevara se trasladó al Congo Belga con propósitos militares. Después del fracaso de un intento de revolución en el país africano, el “Che” llegó a Bolivia para organizar un movimiento armado. La guerrilla de Ñancahuazú tampoco prosperó; el ejército boliviano logró desarticular al grupo de guerrilleros. Éstos no pudieron conseguir la adhesión de los campesinos, tampoco el apoyo de los partidos de izquierda del país. Guevara y sus hombres se apuntaron un fracaso político y militar.

Después del combate, de los enfrentamientos, de los muertos, de la memoria de esos hechos históricos llegan los actos cívicos. Dentro de ellos caben muchas preguntas. ¿Quién merece los homenajes? ¿Los guerrilleros que lucharon y los que murieron tratando de instaurar los ideales en los que creían firmemente? ¿Tal vez los soldados bolivianos que combatieron contra un grupo armado defendiendo la Constitución y la soberanía del país? ¿O serán todos juntos los que merecen ser recordados? ¿Quiénes son los verdaderos héroes?, si es que los hubo.

Recordando los cuarenta años de los hechos de Ñancahuazú, se preparó un homenaje a Ernesto “Che” Guevara en la población de Vallegrande; pero también se organizaron actos conmemorativos en las guarniciones militares para festejar la victoria del ejército y para recordar a los cincuenta y cinco soldados bolivianos muertos en combate.

El Presidente de la República, don Evo Morales Ayma decidió asistir al homenaje en Vallegrande, con lo cual no participó en ninguno de los actos de las Fuerzas Armadas. Sabemos que la máxima autoridad del país, por su ideología política, está muy ligado al pensamiento y a la figura del guerrillero argentino-cubano; pero es importante recordar que, en su condición de mandatario de la nación, el señor Morales es también Capitán General de las FFAA. Las decisiones que tome o deje de tomar ya no son sólo personales; él es una figura pública, representa a un país, y sus actos tienen carácter político, y en este caso militar.

Cuarenta años después. Supongo que los seguidores del “Che” Guevara se sintieron muy orgullosos de contar con la presencia del Presidente de Bolivia y los embajadores de Cuba y Venezuela en los actos organizados para recordar la muerte del guerrillero. Supongo también que los oficiales, suboficiales y la tropa de las Fuerzas Armadas del país sintieron la ausencia de su Capitán General. Con todo el simbolismo que despierta la figura de Ernesto “Che” Guevara, con el respeto y la admiración que me merecen los ideales por los que peleó, creo que el señor Morales es, ante todo, Presidente de la República, y, en segundo lugar, seguidor de tal o cual postura ideológica. Como ciudadano boliviano, sin ánimo de caer en chauvinismos, me siento mal representado e indignado por la actitud de nuestra máxima autoridad.