“El Estado garantiza a las bolivianas y los bolivianos el derecho a la libertad de expresión, de opinión y de información, a la rectificación y a la réplica, y el derecho a emitir libremente las ideas por cualquier medio de difusión, sin censura previa” (El resaltado es nuestro).
Así reza, en su artículo 106, el proyecto de Constitución del MAS, salido del cuartel de La Glorieta; así también se desdice cuando actúa contra los que piensan y se expresan distinto. Bien quisiera el gobierno que todas las opiniones vertidas le sean favorables, éstas sí estarían autorizadas y gozarían de la garantía de “libertad de expresión” que marca la ley. Pero, las actitudes y los hechos que han caracterizado el proceder de Palacio nos han ido demostrando una triste realidad: existe una prohibición tácita a disentir con el poder actual, bajo pena de sufrir acusaciones nunca demostradas, intimidaciones cobardes, impunes agresiones físicas y verbales, amenazas de toda índole, y una larga cadena de etcéteras.
El cardenal Julio Terrazas encarna el ejemplo del tipo de “libertades” que nos están tocando sufrir. Las declaraciones del Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana incomodan al gobierno porque desenmascaran su actuar y desmienten las bombas de humo que lanza a diestra y siniestra para distraer la atención sobre los verdaderos problemas que aquejan al país. Fruto de su incomodidad, algunos jerarcas del gobierno, porque también los hay, han salido a atacar y acusar, como ya se va haciendo costumbre, al Arzobispo de Santa Cruz. Le piden, en pocas palabras, que se dedique a rezar y no se meta en política; como si el bien común no fuera preocupación de todos. De la misma manera, se podría pedir al gobierno que se dedique a los temas que le corresponden, como el desabastecimiento de carburantes, el incumplimiento de contratos con otros países o la política económica que está a punto de caer rendida, antes de estar gastando su tiempo y energías en desprestigiar a la Iglesia (tema que no le corresponde) que ha venido coadyuvando desde siempre en responsabilidades que competen al Estado pero que éste no logra cubrir como la educación y la salud. A Monseñor Terrazas, también se le ha pedido que deje la cruz de Cristo para dedicarse a la política (¿?); la ignorancia es atrevida y esta petición olvida que a Cristo lo juzgaron y lo mataron por “hacer política”, por llamar “zorro” al rey Herodes, por enfrentarse a los líderes político-religiosos de su pueblo, por luchar siempre al lado de la verdad. Al final de cuentas, las reacciones venidas del poder son las que corresponden a los regímenes como el que tenemos.
Mientras el gobierno, que proclama a los cuatro vientos su Revolución Democrática y Cultural, decreta estado de sitio, secuestra a activistas, militariza las instituciones, colecciona confinados, persigue a dirigentes cívicos, posesiona a un prefecto militar; mientras tanto, el periódico español El país, conocido por su anticlericalismo, destaca al cardenal boliviano como uno de los 100 líderes más influyentes en el mundo. Ya dice la sabiduría popular, y el evangelio mismo lo pone en boca de Jesús: “Nadie es profeta en su tierra”, y menos con una constitución que no se la pretende cumplir ni por si acaso, en los temas que no sean de conveniencia gubernamental.
Así reza, en su artículo 106, el proyecto de Constitución del MAS, salido del cuartel de La Glorieta; así también se desdice cuando actúa contra los que piensan y se expresan distinto. Bien quisiera el gobierno que todas las opiniones vertidas le sean favorables, éstas sí estarían autorizadas y gozarían de la garantía de “libertad de expresión” que marca la ley. Pero, las actitudes y los hechos que han caracterizado el proceder de Palacio nos han ido demostrando una triste realidad: existe una prohibición tácita a disentir con el poder actual, bajo pena de sufrir acusaciones nunca demostradas, intimidaciones cobardes, impunes agresiones físicas y verbales, amenazas de toda índole, y una larga cadena de etcéteras.
El cardenal Julio Terrazas encarna el ejemplo del tipo de “libertades” que nos están tocando sufrir. Las declaraciones del Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana incomodan al gobierno porque desenmascaran su actuar y desmienten las bombas de humo que lanza a diestra y siniestra para distraer la atención sobre los verdaderos problemas que aquejan al país. Fruto de su incomodidad, algunos jerarcas del gobierno, porque también los hay, han salido a atacar y acusar, como ya se va haciendo costumbre, al Arzobispo de Santa Cruz. Le piden, en pocas palabras, que se dedique a rezar y no se meta en política; como si el bien común no fuera preocupación de todos. De la misma manera, se podría pedir al gobierno que se dedique a los temas que le corresponden, como el desabastecimiento de carburantes, el incumplimiento de contratos con otros países o la política económica que está a punto de caer rendida, antes de estar gastando su tiempo y energías en desprestigiar a la Iglesia (tema que no le corresponde) que ha venido coadyuvando desde siempre en responsabilidades que competen al Estado pero que éste no logra cubrir como la educación y la salud. A Monseñor Terrazas, también se le ha pedido que deje la cruz de Cristo para dedicarse a la política (¿?); la ignorancia es atrevida y esta petición olvida que a Cristo lo juzgaron y lo mataron por “hacer política”, por llamar “zorro” al rey Herodes, por enfrentarse a los líderes político-religiosos de su pueblo, por luchar siempre al lado de la verdad. Al final de cuentas, las reacciones venidas del poder son las que corresponden a los regímenes como el que tenemos.
Mientras el gobierno, que proclama a los cuatro vientos su Revolución Democrática y Cultural, decreta estado de sitio, secuestra a activistas, militariza las instituciones, colecciona confinados, persigue a dirigentes cívicos, posesiona a un prefecto militar; mientras tanto, el periódico español El país, conocido por su anticlericalismo, destaca al cardenal boliviano como uno de los 100 líderes más influyentes en el mundo. Ya dice la sabiduría popular, y el evangelio mismo lo pone en boca de Jesús: “Nadie es profeta en su tierra”, y menos con una constitución que no se la pretende cumplir ni por si acaso, en los temas que no sean de conveniencia gubernamental.
2 comentarios:
Señor Rafael Bertón-Salinas:
Como se puede ser tan estupido de escribir articulos como "¿POR QUÉ NO TE CALLAS?, CARDENAL".
Piensa Ud. engañar alguien? Cree Ud. en lo que escribe? En los dos casos se deduce que Ud. es un estupido. A menos que sea que le paguen. Ahhh !! Por que no lo pense antes? Eso debe ser.
Todo el mundo tiene derecho a expresar lo que piensa, es verdad. Tambien los ministros tienen pues derecho a pensar y expresarlo cuando dicen que el Cardenal hace politica y que deberia dejar la sotana para ello. O solo el famoso Cardenal goza de esos derechos?
Ya ve las boludeces que con la que nos sale Ud.? Pero no se dan cuenta que mas mierda escriben, menos se les cree?
Digale pues eso al viejo Gramunt. No me diga que ya esta senil y no comprende al menos un poco de tactica.
Joseph Rueff
P.S. Cristo no vino a hacer politica. El unico que creyo eso fue Judas. De ahi a pensar que Gramunt y Terrazas son traidores hay un paso facil de cruzar. Y a Ud. le aconsejo señor escritor de curar su ignorancia.
Sr. Rueff (si ésta es su verdadera identidad y no una máscara detrás de la que se esconde):
Gracias por seguir el blog. Sus aportes aunque faltos de contenido y excesos de verborrea, nos ayudan a seguir adelante.
Atte.
Rafael Bertón-Salinas
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