domingo, marzo 22, 2009

Cultura del linchamiento

Por: Guillermo Mariaca Iturri *

Para todos los Victor Hugo Cárdenas

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, /guardé silencio, /porque yo no era comunista. /Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,/guardé silencio, /porque yo no era socialdemócrata. /Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, /no protesté, /porque yo no era sindicalista. /Cuando vinieron a buscar a los judíos, /no protesté, /porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme, /no había nadie más que pudiera protestar. Cuando los nazis vinieron… reflexiona sobre las consecuencias de no resistir a las tiranías en sus primeros momentos. Martin Niemöller, su autor y pastor evangelista, menciona que originalmente no era un poema, sino un sermón en la Semana Santa de 1946 en un pueblo alemán. La potencia de ese poema, claro está, radica tanto en las consecuencias de la cobardía como en la ceguera ante la germinación de una cultura autoritaria. Es la combinación de cobardía y ceguera, esa complicidad involuntaria de la impotencia, que hace posible el asentamiento de la tiranía.

Por otra parte, en todo el mundo se asume que el Estado debe tener el monopolio en el uso de la fuerza porque se supone que la fuerza debe usarse exclusivamente para la protección del bien común, del conjunto de derechos y libertades. Cuando un gobierno usa discrecionalmente la fuerza está quebrando el Estado de derecho. Y si esa discrecionalidad está orientada por razones ideológicas, el abuso de poder se convierte en autoritarismo.

En nuestro país hay un tercer componente que añade complejidad a esa relación de resistencia o complicidad de la sociedad ante la emergencia de la tiranía. Puede llamarse la cultura del linchamiento. Una negación del derecho a la existencia, no sólo a la defensa, a decenas de personas, a centenas de minas, hectáreas de tierras y haciendas y, sobre todo, a opiniones políticas divergentes. Porque el linchamiento, en el caso nuestro, está cada vez más ligado a la construcción de un proyecto de poder de ciertos movimientos sociales aliados del Gobierno y militantes del MAS, no a la realización de la justicia desde el pueblo ante la ausencia de Estado. Al mismo tiempo, el sujeto del linchamiento deja de ser un anónimo grupo humano desesperado ante el avasallamiento criminal, para ser un actor político con identidad ideológica que ostenta su proyecto de poder y somete a quien intenta resistir la emergencia de esa tiranía. El linchamiento en Bolivia es cada vez más un ostentoso acto político de los poderosos y cada vez menos un desesperado acto de defensa propia de los inválidos.

La combinación del abuso de poder del Estado con el linchamiento político desde algunos movimientos sociales es lo que hace posible la tiranía. Cuando mucho de Estado y algo de sociedad convergen en el abuso de poder contra los derechos humanos y las libertades políticas nos convertimos en testigos del huevo de la serpiente. Y la tiranía se hace parte de nuestra vida diaria.

Decir que vivimos apenas la semilla de la tiranía pareciera implicar que tenemos tiempo para mirarnos y hacer el gesto de darnos la mano. Algo de cierto hay en esa sensación. Al mismo tiempo, sin embargo, la semilla puede ser un iceberg. Y lo que vemos es apenas el borde un agujero negro hecho para canibalizar lo mejor de nuestra conciencia nacional. Darnos la mano, por tanto, ya no sería suficiente. Mejor, entonces, hermanarnos. Más nos vale resistir por exceso que por omisión. Total, el exceso puede convertirse en el placer de la libertad. La omisión, en cambio, podría ser la última línea del poema: Cuando vinieron a buscarme, /no había nadie más que pudiera protestar.

* Especialista en Educación

Este texto ha sido tomado de http://www.laprensa.com.bo/noticias/15-03-09/15_03_09_opin6.php

También se puede visitar (recomendable) la página de Guillermo Mariaca: http://losoficios.wordpress.com/

viernes, enero 23, 2009

Hacia el socialismo del siglo XXI


Después de la caída de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS, el socialismo todavía ha intentado permanecer vigente en el discurso y la historia actual. Hugo Chávez, presidente de Venezuela, se ha encargado de difundir el concepto de Socialismo del Siglo XXI (acuñado por Heinz Dieterich Steffan en 1996) para justificar su “revolución bolivariana” como paso previo al tal socialismo. Dicen que no hay mejor maestra que la experiencia, y por esto quiero citar un par de ejemplos de los socialismos que nos tocaron vivir al comenzar este siglo.

Quizás uno de los más conocidos fue el de Sadam Husein; religiosamente laico, políticamente nacionalista y socialista. Husein, de familia campesina, recién alfabetizado a los diez años, formado dentro del rechazo al colonialismo británico, se convirtió en el hombre fuerte del Partido Árabe Socialista Baaz. Gobernó Irak durante veinticuatro años, desde 1979 hasta 2003. Pese a su actitud dictatorial, el pueblo lo consideraba un auténtico líder. Sus odios y pasiones, además de su espíritu pragmático lo llevaron a perseguir y eliminar a sus opositores políticos y religiosos, a provocar más de un millón de muertos en los ocho años de guerra con Irán y a invadir Kuwait, entre otros hechos. Juzgado por crímenes contra la humanidad, se lo acusaba de la muerte de más de un centenar de chiítas, Husein terminó sentenciado y ejecutado en una horca en diciembre de 2006.

En el continente europeo, tenemos el ejemplo de Slobodan Milosevic, presidente de Serbia de 1989 a 1997, y presidente de Yugoslavia desde 1997 hasta 2000. Miembro del Partido Comunista de Serbia, comenzó su carrera política en 1983 cuando fue elegido miembro del Presidium del Comité Central de dicho partido, seis años después era elegido Presidente de la República Yugoslava de Serbia. Mientras el comunismo iba perdiendo fuerza, y el nacionalismo la ganaba, Milosevic se pasó al socialismo, impulsando la afirmación de la identidad serbia frente a las minorías. Durante su gobierno, se cambió la constitución para otorgar mayor poder a su persona en calidad de Presidente, esto y los conflictos étnicos, políticos y religiosos condenaron a la República Socialista de Yugoslavia a la desintegración mediante tres conflictos bélicos conocidos como Guerras Yugoslavas. Milosevic también es conocido como El carnicero de los Balcanes por sus crímenes contra la humanidad, y los delitos de genocidio y limpieza étnica. En 2001 fue detenido a solicitud del tribunal de La Haya, estando preso y en pleno proceso judicial, fue encontrado muerto por causas naturales en su celda el año 2006.

No está demás recordar que el socialismo sumado a los sentimientos nacionalistas ha devenido, a lo largo de la historia, en gobiernos intolerantes y criminales. El ejemplo del Nacional Socialismo alemán liderado por Hitler es el más claro (valga recordar que el término fascismo les fue impuesto después y desde afuera para desvincularlos del régimen de Stalin); el nazismo fue socialista desde sus orígenes. En la historia de este siglo que comienza podemos encontrar otros ejemplos como el de Gadaffi en Libia, Lukashenko en Bielorusia o Castro en Cuba, que nos muestran la verdadera cara de eso que Hugo Chávez proclama como Socialismo del Siglo XXI.

viernes, enero 09, 2009

Reinaldo Arenas In memoriam

Les dejo el link del excelente documental de Néstor Almendros y Orlando Jiménez leal titulado Conducta impropia. Este trabajo nos acerca a lo que tuvieron que sufrir los cubanos disidentes como Reinaldo Arenas.

No puedo resistirme a poner un post más sobre este brillante poeta. Si alguno de ustedes ha leído la obra, sabrá entender.
Curiosamente, en estos días, mientras nos veíamos inundados por la cobertura que se dio al aniversario cincuenta de la Revolución Cubana, llegó a mis manos un ejemplar de Antes que anochezca, libro autobiográfico de Reinaldo Arenas. Este poeta y narrador nació en Cuba en 1943 y se suicidó en Nueva York, exiliado, en 1990.Víctima del SIDA y debilitado por constantes enfermedades, considerando un acto miserable el mendigar la vida como un favor, en 1987, frente a una foto de Virgilio Piñera, Arenas solicita una tregua de tres años de vida para terminar su obra, entre ésta el libro en cuestión. Escribir la autobiografía, significaba para él, la venganza contra casi todo el género humano resumiendo su lucha en defensa de la libertad y la autenticidad.

El libro nos pasea por los primeros recuerdos del autor, aquellos tan ligados al sabor de la tierra; y nos acompaña durante los años de silenciamiento, persecución y cárcel del poeta contrarrevolucionario; para, finalmente, dejarnos con la última carta de Arenas, en la que afirma su depresión por no poder seguir escribiendo ni luchando por la libertad de Cuba. Antes que anochezca impresiona por el retrato que hace de la otra cara de la Revolución. Sus páginas denuncian las prohibiciones ridículas que llegaban a anatemizar incluso las melenas masculinas, las persecuciones crueles e inhumanas por las que tuvieron que pasar intelectuales y artistas que se oponían a la nueva dictadura, las ejecuciones injustas y teatrales capitaneadas por el líder máximo de la Revolución, el hambre de un pueblo obligado a trabajar como esclavo para un régimen totalitario; en fin, la muerte del espíritu cubano, vedado de imaginar y soñar una tierra distinta.

Y todo este sufrimiento se ve encarnado en la vida de Reinaldo Arenas, quién por su condición de disidente, homosexual y rebelde, tiene que pasar por la persecución, la tortura y el exilio. Quizá la etapa más desgarradora, más allá de la miseria y el constante miedo en el que tuvo que vivir, sea la de la prisión del Morro; los métodos de “convencimiento” acabaron con el orgullo, la dignidad y la rebeldía de Arenas, las torturas revolucionarias hicieron que el poeta firmara un mea culpa donde se arrepentía y prometía no volver a tener contacto con el mundo occidental, ni escribir una sola línea contra la Revolución cubana, además de esto, se comprometía a rehabilitarse sexualmente. En 1980, después de varios intentos fracasados, logró salir del país en el masivo éxodo del Mariel. El escritor cubano, durante su vida, sólo pudo publicar un libro en la Isla: Celestino antes del alba, el resto de sus obras tuvieron que salir escondidas para poder darse a conocer. Si ésta es la revolución, yo tampoco la quiero.

De ese libro quiero copiar las últimas líneas, aquellas que pertenecen a la carta de despedida en la que el autor anuncia su suicidio: Sólo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país. Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla los exhorto a que sigan luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre. Yo ya lo soy.

viernes, enero 02, 2009

50 años de revolución

Estos días nos hemos visto inundados por la cobertura que se dio al aniversario cincuenta de la Revolución Cubana.

Casualidades de la vida, me encuentro leyendo la autobiografía de Reinaldo Arenas, escritor cubano nacido en 1943 y muerto, en el exilio, en 1990. Más allá de la maravillosa obra que tengo entre manos, he quedado impresionado por la otra cara de la dicha Revolución. Las prohibiciones ridículas que llegaban a anatemizar incluso las melenas masculinas, las persecuciones crueles e inhumanas por las que tuvieron que pasar intelectuales y artistas que se oponían a la nueva dictadura, las ejecuciones injustas y teatrales capitaneadas por el líder de la Revolución, el hambre de un pueblo obligado a trabajar como esclavo para un regimen totalitario. En fin, la muerte del espíritu cubano, vedado de imaginar y soñar una tierra distinta.

De ese libro quiero copiar tan sólo unas líneas fuertes y desgarradoras:
Pero lo más impresionante de todo era cuando uno de aquellos, a los que habíamos contado nuestros horrores, volvía a Occidente. Aquella persona se convertía ante nosotros en una especia de ser mágico por el solo hecho de poder coger un avión y salir de aquella isla; salir de aquella prisión. (...) Pero nosotros nos quedábamos allí y hacíamos una larga cola para tomar la guagua en que regresaríamos a La Habana, mirándonos con nuestras telas rústica y nuestra piel chamuscada por el sol y la falta de vitaminas. (Antes que anochezca, Barcelona: Tusquets, 2001)